divendres, 10 de febrer del 2012

El taller de ' La bruja Aguja'

El primer taller que hem fet a la biblioteca de l'escola ha anat dirigit als alumnes de primer cicle de primària. Hem fet un conta-contes per als fillets i filletes de primer i segon. El conte explicat aquesta vegada ha estat en castellà i és 'La bruja Aguja', una història d'una bruixeta que tenia un petit problema (o potser no tan petit!). Després de l'explicació ens hem assegut a les taules a fer una manualitat: els alumnes s'han fet el seu propi barret de bruixa o de bruixot...
I ara, si voleu, us convidam a llegir el conte!!



                                                                LA BRUJA AGUJA


En el pueblo de los brujos vivía Aguja, una bruja común y corriente. Usaba escoba para viajar, un gato negro en el hombro y sabía dos palabras mágicas que siempre le daban resultado. Pero también tenía un problema: su nariz. Era tan larga que podía oler lo que cocinaban los topos en el fondo de la tierra. Por eso un día decidió hacerse la cirugía estética. Buscó en la guía de teléfono la dirección del doctor Bello y le pidió hora.

- Mañana a las doce - le dijo la secretaria.
La bruja Aguja casi no pudo dormir. Y al día siguiente, a las doce en punto, estaba sentada en la sala de espera del consultorio del doctor Bello.

- Que pase la señorita bruja Aguja- dijo la voz del doctor Bello.
Un minuto después, Aguja estaba tendida en una camilla y tapada entera con una sábana blanca, que tenía un agujero por donde asomaba su nariz de diez centímetros.
- ¿Cómo la quiere?- preguntó el doctor Bello.
- La quiero como así y como asá, como que sí y como que no- dijo la bruja por debajo de la sábana.
- Perfecto- dijo el doctor Bello.
Y ¡plim!, la bruja sintió un pinchazo y la nariz se le quedó dormida. Luego escucho unos ruidos, ¡plaf, crash!, de serruchos y martillos. No habían pasado ni diez minutos, cuando sintió que la destapaban.
- Listo. Vuelva en dos semanas para sacarle las vendas- dijo el doctor Bello, mientras guardaba el serrucho y el martillo.
La bruja se fue a su casa con un kilo de vendas en la nariz y tan mareada, que tuvo que poner piloto automático a la escoba para no chocar contra los árboles.
Y se encerró en su casa para que nadie la viera.
A los quince días la bruja Aguja regresó a la consulta. El médico le pasó un espejo y comenzó a sacarle las vendas. Pam, pam, pam, latía el corazón de la bruja mientras esperaba con el espejo frente a su cara. Hasta que… ¡oooh!... vio su nueva nariz. Era como así y como asá, como que sí y como que no. Era coquetona y simpaticona, era respingada y arremangada, era fanta-bulo-villosa.
A penas llegó a su casa y se bajó de la escoba, con la frente en alto para que todos la vieran algo extraño sucedió: el gato salió disparado, maullando de terror; los vecinos brujos cerraron sus ventanas y comenzaron a salir por las chimeneas humos negros, mientras se escuchaban unos conjuros terribles. La bruja gritaba:
    - ¿Qué pasa? ¿Qué están haciendo?
    - ¡No queremos hadas en nuestro pueblo! ¡Fuera de aquí!- ordenaban los vecinos.
- ¡No soy hada, soy la bruja Aguja!- insistía ella.
- ¡Sólo las hadas tienen esas narices ridículas! La bruja Aguja tiene una hermosa nariz de diez centímetros de largo!- respondían los vecinos en coro.
- ¡Pero si soy yo!- lloraba la bruja, tocándose con la punta de un dedo su nariz respingada.
- ¡Vete al país de las hadas, tú no eres nuestra querida bruja Aguja, aunque te vistas como ella!- respondieron los vecinos a través de las ventanas.
- ¡No soy hada!- insistió la bruja Aguja.
- ¡Eres un hada!- declararon los vecinos. Y ¡zuun!, lanzaron más humo negro por las chimeneas.
La bruja Aguja, llorando, se subió de nuevo a la escoba y voló hacia el consultorio. Se tendió en la camilla y le dijo al doctor Bello:
- Quiero una nariz como así y como asá, como que sí y como que no- dijo.
- Perfecto- respondió el doctor.
¡Pilm, la anestesia! ¡Plaf, crunch, el martillo y el serrucho! ¡Y listo!
La bruja regresó callada a la casa, entró por la ventana y se quedó quince días en cama, tapada con las mantas para que no la viera ni el gato.

Y una tarde se escuchó en el pueblo:
- ¡Regresó la bruja Aguja!
- ¡Aguja, tanto tiempo!
- ¡Miau, miau, miau!
La bruja Aguja sonrió feliz. Y nunca se vio tan hermosa con su nariz de diez centímetros, esa que podía oler el cariño de sus amigos aunque estuviera a mil kilómetros de distancia.